KAKAU, proyecto de revitalización en el río Guaviare. (PARTE I)

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En la cuenca baja del río Guaviare, en su curso al Gran Orinoco, en zona limítrofe natural entre los departamentos del Guainía y Vichada, perviven más de 1.300 familias indígenas de los pueblos Sikuani, Piapoco y Puinave, que hoy ven en la reactivación productiva del cultivo de cacao y de los saberes ancestrales asociados a su cuidado, la posibilidad de aportar a sus economías propias, y fortalecer sus tradiciones de manejo territorial, su gobierno propio, autonomía y cultura. 

El poblamiento indígena de esta zona dejó marcado un camino ancestral en búsqueda de la armonía con su magnífica naturaleza. Los Piapoco son habitantes milenarios de esta región. Explican su proceso de poblamiento desde el sitio originario de nacimiento en Jípana, río Ayarí, afluente del Isana. Sus antepasados habrían llegado al actual territorio remontando por el río Vaupés hasta sus cabeceras y de ahí cruzando por tierra hacia el norte hasta encontrar el río Guaviare en la zona de la desembocadura del río Ariari, generando una primera ocupación del territorio. Un segundo movimiento se habría dado siguiendo el curso del río Guaviare hacia la zona de confluencia con el Atabapo y el Orinoco. Un tercer grupo, partiría del Guaviare remontando el curso del río Iteviare hacia las cabeceras del Vichada y hacia el norte a las costas del río Meta. Por último, desde la zona del Orinoco un cuarto grupo habrían bajado por el Orinoco y penetrado por el rio Vichada ocupando la parte baja del mismo, alrededor del sitio de Benaku, hoy Santa Rita, también un lugar mítico para los Sikuani. 

Esos movimientos de población habrían determinado el poblamiento actual del territorio del Guaviare y del Vichada por parte de los diferentes grupos de descendencia o fratrias que conforman el pueblo Piapoco.  Estas familias del mismo pueblo se caracterizan por su rango en la jerarquía social de acuerdo con un orden de nacimiento mítico, unos roles sociales (Líderes, chamanes y guerreros, Dueños de la música y servidores) y unas características lingüísticas y de comportamiento, representadas en un animal emblema. Cada una de ellas tiene definido un territorio ancestral propio en el que establecieron alianzas con otros grupos, entre ellos, los Achagua en el río Meta, los Sikuani en el Vichada y los Caribes en el Guaviare.

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La violenta irrupción del mundo europeo en estos territorios tuvo un significado muy similar al de sus pares indígenas en el resto del continente. El contacto con las enfermedades extranjeras debilitó la presencia en el territorio y las diferentes campañas en búsqueda de tesoros y ciudades perdidas obligaron a las comunidades a ser mano de obra esclava en sus empresas. El holocausto cauchero experimentado hasta mitad del siglo XX, y que se sintió con mucha más fuerza hacia los ríos Orinoco y Guainía, impulsó a los Piapoco a resguardarse en el interior de las selvas y a muchos otros pueblos a ser desplazados de sus territorios de origen hacia el río Guaviare.

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Para los Sikuani el territorio original se extiende de Este a Oeste a lo largo de la línea divisoria de aguas entre el río Meta y el Vichada y que se conoce como “camino de Dios”. Este Territorio ancestral está demarcado por sitios mitológicos e históricos, la toponimia, los lazos de alianza e intercambio con otros pueblos indígenas y los lugares de esos intercambios. El “Camino de dios” señala el recorrido que hizo Nakuanü, cuando estaba conformando el mundo sin atravesar ningún curso de agua desde el Orinoco hasta la cordillera Oriental. Inicia en lugares míticos como los Raudales del río Orinoco, formados como diques cuando Tsamani, héroe de la tradición Sikuani, fue tragado por un pez, y Kajuyaliba, hoy Santa Rita (Vichada), donde vivían Tsamani y sus hermanos, y desde donde ascendieron al cielo. Sube por la línea divisoria de aguas al norte del río Vichada y bordeando las cabeceras del Manacacías y del Caño Ovejas, hasta llegar a la cordillera Oriental cerca de San Martín. Pasa por Peyatsewitsuto, cerro donde los Sikuani y los Jiw (guayabero) sobrevivieron al diluvio y desde entonces son grupos aliados. Al oriente del Orinoco se encuentra el Cerro Autana, tronco del árbol cósmico Kaliawiri, lugar donde los Sikuani y Piapoco, entro otros pueblos, obtuvieron las plantas cultivadas y su organización social basada en el intercambio.

La paulatina colonización ganadera y cauchera en el país, de 1830 a 1950, generó las nuevas oleadas de desplazamiento de los pueblos indígenas a la zona, especialmente de la Orinoquía. La imposición del modelo productivo ganadero, que a diferencia del agrícola no necesita mano de obra nativa, se caracterizó por la violencia ejercida contra los pueblos nómadas. Sikuanis y Wamonae sufrieron crueles faenas genocidas a manos de los llaneros llamadas “guahibiadas”. Estas prácticas se mantuvieron durante la mayor parte del siglo, destacándose entre las más brutales la masacre de La Rubiera (1968), en la que se asesinaron niños, mujeres y ancianos del pueblo Wamonae, y la Jaramillera (1970), en la que por varios meses a manos del ejército colombiano y funcionarios del DAS fue masacrada y torturada una comunidad casi por completo. Esta última situación empujó a los Sikuani a refugiarse en las zonas selváticas al sur del río Vichada y en las costas del Guaviare penetrando por el Iteviare. Ese es el origen de los asentamientos de Palomas y Carpintero, y de otras comunidades en el brazo Amanavén.

El establecimiento de los colonos en la región vino con el apogeo de la violencia Liberal-Conservadora y la desmovilización de la guerrilla liberal de los llanos en 1954, y su posterior persecución, a partir de allí se fundaron diferentes asentamientos colonos en las márgenes del río Guaviare en el departamento del Guainía y se dieron familias entre colonos e indígenas, especialmente con el pueblo Piapoco. Es para esta época que los abuelos indígenas de la zona narran como el cacao, que hacía parte de la tradición de la alimentación, bebidas fermentadas e incluso medicina tradicional de sus ancestros, comienza a ser producido y comercializado por los colonos hasta ser el renglón de la economía más importante de la región. Tanto como para tener un hidroavión Catalina para el transporte de la cosecha. 

Desde finales de los 70 y principios de los 80, el territorio es invadido por cultivadores de marihuana y posteriormente de coca por su situación estratégica en los límites de las sabanas y la selva amazónica. Esta invasión es seguida de cerca por la guerrilla de las FARC que empieza a ejercer un control territorial y se lucra con impuestos que cobra a los cultivadores. Para los 90 las FARC establecen el comando central de su frente N° 16 en el asentamiento colono de Barranco Minas, desde donde ejercen un poderoso control militar y económico de toda la zona del río Guaviare desde el departamento del mismo nombre hasta la frontera con Venezuela, basado en la producción de cocaína. A comienzos del 2000, se da la operación “Gato Negro” con la que las Fuerzas Militares debilitan el control territorial de las FARC y las hacen retroceder hacia las partes selváticas del departamento de Guaviare y Vichada.  

Durante los más de 30 años en que hace presencia el conflicto armado en la zona, los pueblos indígenas se ven profundamente damnificados. Los territorios de resguardo son formalizados bajo la presión de los grupos armados ilegales y los poderosos intereses del narcotráfico que resguardaban, dejando fuera de la jurisdicción indígena importantes sitios ancestrales, valorados por sus características biológicas y espirituales, y por las zonas arqueológicas únicas que evidenciaban la presencia milenaria en el territorio. Las economías propias, y con ellas la del cacao, son devastadas por la hiperinflación vinculada a los cultivos ilícitos que también afectan las practicas productivas tradicionales, base de la soberanía alimentaria. Importantes líderes, sabedores y médicos ancestrales son desplazados por oponerse a la presencia de los armados, de uno y otro bando. Prácticas de consumo de sustancias, alcohol y la desarmonización entre familias son rezago de la relación con la guerra, las economías que la sustentan y la resistencia al despojo territorial.      

En el marco del programa COAMA, (Consolidación de la Amazonía 1990-2000), orientado por las Fundaciones GAIA y ETNOLLANO, se desarrollaron procesos organizativos, programas e intercambios para consolidar la educación y salud propias en la Orinoquia y Amazonia. En Barranco Minas, Fundación Etnollano, en alianza con la Educación Contratada, apoyó la creación del Centro Educativo Intercultural Bilingüe de UNIGUVI (CEIBU), que hacía parte del programa de bachillerato Indígena, donde se graduaron varios jóvenes indígenas que posteriormente fueron profesores en las escuelas administradas por el Vicariato Apostólico de Inírida.

En posterior convenio con el CEP de la Secretaría de Educación de Guainía, se desarrolló un programa de profesionalización, que permitió completar su bachillerato a otro grupo de profesores indígenas. Finalmente se desarrolló el programa de Licenciatura en Educación Básica, en convenio entre Etnollano, la UPTC y la Educación Contratada del Guainía, donde terminaron su formación más de medio centenar de Profesores que siguen en ejercicio.

Del mismo modo, la fundación participó en la creación de la Asociación de Maestros Piapoco y Sikuani (PUAKALI) y asesoró la Conformación de ODAINGUA y OZIGUVI, organizaciones filiales de UNIGUVI, que luego se fundieron en lo que hoy es la Asociación de Autoridades Tradicionales y Cabildos Unión Indígena del Guainía y Vichada (ASOCAUNIGUVI). En estas tres últimas décadas, Etnollano produjo un número importante de documentos culturales y Materiales Pedagógicos: Diccionarios, Atlas, Compilación de tradición Oral, Manuales y cartillas bilingües para el trabajo en las áreas curriculares.

Con la resolución 1125 de mayo de 2015, el ministerio de ambiente estableció mecanismos de protección en áreas de especial interés “no solo biológico y ambiental, sino también cultural y político para el Estado y la sociedad colombiana”. En este documento se identifica a las “Selvas transicionales de Cumaribo” como un conjunto de ecosistemas únicos que comunican los paisajes de sabana y selva conservados por la rica tradición cultural de los pueblos indígenas que los habitan y que conciernen a la zona a la que nos hemos referido a lo largo de estos párrafos.

Desde 2015, Fundación Etnollano en asocio con ASOCAUNIGUVI, acompaña los procesos de diálogo para consolidar esos mecanismos en concertación entre las autoridades ambientales definidas por el Estado y los gobiernos indígenas de la zona. Como resultado de este trabajo en 2018 se produce un documento de Autodiagnóstico Territorial (ADT) compuesto por tres partes: 1. Describe el poblamiento ancestral del territorio, las prácticas productivas tradicionales, las bases de la relación espiritual con el territorio y su conexión con la salud, bienestar comunitario y soberanía alimentaria. 2. Caracteriza la situación territorial de las comunidades indígenas de la región, su estatus legal y las pretensiones de ampliación y saneamiento. 3. Aborda algunas de las normas de conservación propias de los pueblos indígenas de la región. A estos documentos se suma información cartográfica sistematizada a partir de los ejercicios participativos realizados con las comunidades para la caracterización de su territorio. 

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Una de las conclusiones a las que se llegó con las autoridades indígenas a partir del ADT, fue la necesidad de promover acciones interinstitucionales que permitieran concertar con el Estado los mecanismos para proteger el valor ecológico de esta zona, y atender las afectaciones territoriales y comunitarias generadas en las últimas décadas. Es en este sentido que desde 2019, bajo el apoyo del programa Riqueza Natural de la USAID, se desarrolla un proceso con 210 familias Piapoco y Sikuani de la zona para la producción, transformación y comercialización del cacao nativo, adecuados a las condiciones comunitarias y armonizando orientaciones técnicas agroecológicas con el conocimiento indígena propio. El proyecto busca que a partir del fortalecimiento de las economías comunitarias, el cooperativismo, el rescate de la cultura ancestral, los avances en la autonomía territorial y el fortalecimiento de los gobiernos indígenas, se puedan definir estrategias de conservación coordinadas con los entes del Estado encargados y promover la necesaria adaptación de las autoridades indígenas al esquema de regulación ambiental nacional.     




Fundación Etnollano